¿Los seres humanos tenemos instintos?

Es complejo responder a esta pregunta porque nosotros como especie somos bastante diferentes a las demás que habitan este planeta. Pero aun así vamos a intentarlo.

Nosotros a diferencia de las demás especies poseemos un cerebro lo suficientemente complejo como para que se dieran los factores necesarios para que apareciera la cultura. Uno de estos factores clave es la plasticidad del cerebro humano. La plasticidad es la capacidad que tiene nuestro cerebro a la hora de adaptarse a los cambios, esto es la capacidad de aprender y adaptarse a ese aprendizaje. Sin esto, el ser humano no podría haber desarrollado la cultura.

El ser humano, en general, ha dejado de vivir en entornos naturales para vivir en entornos urbanos en los que constantemente estamos influenciados por nuestra cultura. En antropología nos explican que la cultura es opuesta a la naturaleza. El ser humano ha creado un entorno propio ajeno a la naturaleza en el que nos desarrollamos como personas. La cultura nos ha permitido alejarnos del mundo natural en el que necesitábamos saber cazar, qué frutos poder comer y cuáles no o la necesidad de estar físicamente ágiles para poder sobrevivir en nuestro día a día.

Imagino que la mayoría conocemos la historia de Tarzán, el bebé que creció entre monos y aprendió de ellos para sobrevivir. Tarzán aprendió a ser mono por imitación. Él les imitaba en todo lo que hacían. Se protegía como ellos, comía lo que comían ellos, vivía donde vivían ellos hasta que acabó aprendiendo a ser mono. Existen al menos dos casos documentados de niños que fueron criados por animales. En el S. XVIII en Francia el médico y pedagogo Jean Marc Gaspard Itard intentó introducir a uno de ellos al mundo cultural y estudiar su comportamiento para poder resolver algunas de las incógnitas como por ejemplo, si somos realmente seres sociales por naturaleza, si tenemos instintos y cuales son. El chico fue incapaz de adaptarse completamente al mundo humano porque el cambio de hábitos era demasiado drástico. Cuando crecemos, con la edad perdemos neuronas y nuestra plasticidad cerebral se reduce, nuestra capacidad de aprender y adaptarnos a los cambios no es tan grande y según qué cambios se exijan no se pueden asimilar. Existe una película sobre el tema titulada El pequeño salvaje.

Puede que algunos llegados a este punto ya podáis intuir cual es la respuesta a la pregunta inicial, pero vamos a profundizar un poco más. ¿Qué es el instinto?

El instinto es una disposición psicofísica innata, heredada, que incita al sujeto a actuar de una determinada forma frente a un estímulo o un objeto.

Toda conducta instintiva, en el reino animal, debe reunir, al menos, las siguientes características:

  1. Ser innata: Es decir, no precisar de un aprendizaje previo.
  2. Ser fijada: Esto es, tener lugar siguiendo unas pautas de comportamiento invariables y fijas.
  3. Ser específica: Que ocurre siempre ante determinados estímulos internos o externos.
  4. Tener un sentido de supervivencia para el sujeto o sus allegados.

La conducta animal se desarrolla básicamente en función de los instintos, de forma automática y sin que el sujeto tenga conciencia de ello.

Simplificando esto diremos que el instinto es algo heredado e innato, es decir que nacemos ya con ello, que ante el mismo estímulo siempre se responderá de la misma forma (prácticamente como un autómata programado) al servicio de la especie y no del individuo y que se activa de forma automática.

El ser humano no tiene instintos, para empezar porque Tarzán si los tuviera no podría haber aprendido a ser un mono porque los instintos le habrían condicionado. En segundo lugar porque somos capaces de generar un mundo independiente al animal a través de la cultura. Si tuviéramos instintos fijos, estaríamos atados al medio en donde nacemos y nos limitarían fuertemente y en tercer lugar porque podemos controlar, modificar o reprimir aquello que sospechamos que son instintos. Por ejemplo, si nosotros tuviéramos una alimentación natural instintiva, en ningún caso podrían existir enfermedades como la anorexia o la bulimia, porque una de las características del instinto es que el individuo no lo puede controlar y se activa de forma automática. El celibato tampoco sería posible ya que el instinto nos obligaría a reproducirnos. Nosotros tenemos una especie de residuos instintivos que se llaman impulsos. La diferencia con el instinto es que el impulso se puede controlar o reprimir, es lo poco que nos queda vivo de nuestra faceta animal.

Por Adrián Moros (@adrixtercio)

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