La existencia de dioses en la antigüedad

Muchos de nosotros, seguro que al menos una vez en nuestra vida, hemos tomado la bici y pedaleado huyendo de la fría y en ocasiones estresante ciudad, o hemos cogido el coche y hemos parado en medio del campo para contemplar el mar de estrellas que se oculta sobre el manto luminoso y amarillento que acompaña a las urbes. Cientos de pequeños puntitos con sus luces parpadeantes parecen entrar en simbiosis con el coro de grillos que juntos, nos ofrecen el mejor festival posible de luces y sonidos. Se dice que la filosofía empezó con hombres y mujeres mirando ese mismo festival de luces que parece eterno, y que se erigen como guardianes del firmamento. ¿Qué serán esos puntitos brillantes y lejanos? Se preguntaban. La simple pregunta y las ganas de darle respuesta fueron suficientes para que naciera la filosofía. La curiosidad es el combustible que mueve a este saber tan bonito.

Lo cierto es que nosotros desde pequeñitos estamos acostumbrados a conocer a través de nuestros sentidos. Lo que vemos, lo que olemos, lo que sentimos y lo que oímos son nuestras verdades más cercanas. Los griegos por ejemplo de mano de Platón desconfiaban de los sentidos, pues nos podían engañar. Un objeto por ejemplo de lejos parece más pequeño que cuando estas cerca. Esto abría la posibilidad a la existencia de mundos que no necesariamente podían ser mirados, oídos, olidos o sentidos. No necesariamente teníamos que ver a un dios para creer en él. Los dioses podían ocultarse detrás de ese mar resplandeciente de puntitos blancos que estaban en lo alto del cielo y desde ahí tejer nuestros caminos.

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Los griegos, los mayas, los aztecas, los egipcios y la mayoría de civilizaciones en la tierra han creído en seres metafísicos que no tenían por qué ser vistos u oídos para ser adorados o condicionados por ellos. Los dioses sí existieron, tanto para los griegos como los mayas, egipcios o aztecas, al no ser necesario verlos, oírlos o sentirlos para creer en ellos, el concepto de la existencia quedó separado de los sentidos (no es necesario ser visto para existir) y la existencia pasó a ser determinada por la creencia, es decir, el comportamiento de esas civilizaciones y las acciones que realizaban estaban condicionados por la idea de que existían.

La idea compartida de que existen los dioses y «el yo y mi sociedad» comportándonos de acuerdo a esa idea fueron los dos condicionantes que dieron vida a los dioses. Hubieran existido realmente o no los dioses antiguos es irrelevante porque los efectos que generaron en las sociedades son los mismos que generarían si hubieran existido. Templos, castas sacerdotales, sacrificios, guerras religiosas, arte, literatura o música. Los dioses nacen y mueren con las civilizaciones que les dan vida y forma.

Por Adrián Moros (@adrixtercio)

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Estudiante de filosofía y eterno aprendiz de mi mismo. Redactor, escritor, creador y soñador empedernido.

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