Stefan Zweig y los momentos estelares de la humanidad

El silbido del tren le despierta repentinamente. Apenas logra abrir los ojos mientras a su alrededor un hombre trajeado recoge el periódico y dos niños se agolpan en la ventanilla contra el pudoroso reclamo de su madre. Chirrían las ruedas, el tren avanza a trompicones reduciendo su velocidad. Los pasajeros comienzan a preparar su equipaje y a sacar los pasaportes, y nuestro hombre hace lo propio con el suyo. Al poco de detenerse en la estación, un puñado de militares suben al tren. Balbucean algunas lenguas, entre ellas algo de alemán, y mientras revisan la documentación de nuestro hombre le miran con desdén y comentan algo en su lengua materna. «Todo en orden», grita el soldado. El hombre de la mirada infinita, el intelectual inagotable, el aristócrata refinado que será recordado como uno de los principales escritores de nuestra Historia acababa de llegar a la Unión Soviética en el que sería un viaje tan inspirador como esclarecedor cuya huella o sombra le acompañaría hasta el trágico día de su muerte.

Pero antes de su suicidio en Petrópolis, Brasil, cuando estaba convencido de que las fuerzas del Eje ganarían la Segunda Guerra Mundial, Stefan Zweig había escrito mucho y con la genialidad que lo catapultó entre los grandes nombres de la literatura universal. Un año antes de su viaje a la Unión Soviética en 1928, el austríaco publicó Momentos estelares de la humanidad, una cuidada recopilación de catorce momentos o personajes históricos que, a juicio del ensayista germanoparlante, constituyeron una serie de sucesos que definieron el mundo tal cual lo conocemos.

Zweig comienza con Cicerón haciendo hincapié en su último periodo de vida, realizando así una amarga comparación entre la toma de poder de Julio César y los convulsos años que azotarían Roma tras su asesinato con el auge del nazismo en la vecina Alemania y lo que, con inteligente previsión, iba a suceder en Europa. Al escritor austríaco le obsesionaba el hundimiento de la cultura europea, que consideraba en extinción desde la matanza que supuso la Gran Guerra y los conflictos intestinos menores que no dejaban de conmocionar el viejo continente. Sin embargo, no todos los momentos que Zweig rescata para el lector son un símbolo del sentir del autor y de su tiempo, si bien ese palpitar trágico recorre toda la obra.

Tras Cicerón, el autor continúa con otro periodo clave que definió la cultura de Europa, la conquista de Bizancio, de la que se pregunta cómo siendo todos los europeos hijos de una misma tradición seguimos siendo incapaces de heredar la solidaridad necesaria para hacer frente a la barbarie que puede alzarse desde dentro o desde fuera de las fronteras del continente, en cualquier momento. Tras Bizancio y su pérdida a manos de los otomanos, reescribiendo los acontecimientos con su estilo fresco y directo, Zweig narra hechos tan diversos como el descubrimiento del Océano Pacífico, la derrota de Napoleón en Waterloo, la extensión del primer cable submarino de telégrafo o el viaje del capitán Scott al Polo Sur. Pero también hay pasajes de una especial sensibilidad y homenaje, como el que dedica a John Sutter, el pionero suizo que erigió sobre un páramo el Estado de Nueva Helvecia y que la furia y las bajas pasiones de la muchedumbre cuando se descubrió oro en sus tierras conllevaron su ruina, la de sus hijos y la creación política de la actual California, recordándonos así que el poder popular también tiene un doble y peligroso filo: si bien una minoría de hombres y mujeres no puede imponer sus caprichos al resto de sus semejantes, debe combatirse sin piedad a las hordas que, secuestradas por la codicia, no dudan en arrebatar sueños y vidas a sus iguales abanderados de una falaz conquista popular.

Portada de «Momentos estelares de la humanidad» de la Editorial Acantilado

Editorial Acantilado publicó en el lejano 2002 una preciosa y como siempre cuidada edición de Momentos estelares de la humanidad que en 2020 alcanzó nada menos que la vigésimocuarta edición demostrando la grandeza de este libro, de cómoda y enriquecedora lectura, que sigue cautivando generación tras generación. La traducción del alemán corre a cuenta de Berta Vilas Mahou quien elabora un texto ágil en la palabra y bello en su desenvoltura. Si quieren disfrutar de una grata lectura que les entretenga, seduzca y les aporte cultura y reflexión, éste es su libro, y si además desean sumar belleza a su biblioteca ésta es su edición. Les cautivará.

Por David Lorenzo

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