Un oasis en Estado de Catástrofe
SANTIAGO DE CHILE – Me despierto ya no pensando en lo que hice ayer o quiero hacer hoy, porque ya todos los días son iguales. Abro los ojos y por instinto tomo mi teléfono y veo la hora. 09:30 a. m. Me convenzo de que 10 minutos más no me harán daño, pero terminan siendo más de los que tenía pensado. Me levanto pasado las 10 a. m., pero ya no lo hago como hace un tiempo atrás. Ya no queda mucho rastro de lo que era la vida antes del confinamiento, solo un par de recuerdos confusos producto de la tildada nueva normalidad. Me molesto casi al instante al ver a los políticos de siempre hablando por la TV matutinamente. A veces ya parece broma de mal gusto. Congresistas prefieren salir en televisión a diario, en vez de ir a cumplir su labor en el congreso, pateando proyectos importantes para discutir tiempo después.
Hoy sábado 16 de mayo, llevo 2 meses encerrada en casa cumpliendo cuarentena voluntaria y solo dos semanas que en mi comuna se dictó la obligatoria. Apenas ayer, más de 7 millones de chilenos comenzaron su confinamiento, luego de que se decretara la cuarentena obligatoria para toda la capital y región. Parte de la ciudad sigue su rumbo casi habitual como los trabajos de primera necesidad; personal médico, transporte y utilidad pública.
Negocios cerrados en el barrio Patronato. Fotos de Rene Henríquez @paseosantafilomen
Paula Daza, la subsecretaria de Salud Pública, como ya es cotidiano, salió en directo para informar de la situación diaria del COVID-19 en mi país, Chile. Las cifras superan los 41.400 contagiados y 421 muertos. Por lo que en las últimas 24 horas se han reportado 1.886 nuevos casos y 27 fallecidos. Lo que significa, tal como los medios aseguran, que hoy es el día con más muertes producto del virus. A simple vista las cifras no calzan y son un tanto confusas… ¿por qué? En otras naciones como Países Bajos (43.995 contagiados y 5.680 muertos), México (47.144 contagiados y 5.045 muertos) y sin ir más lejos, Ecuador (32.763 contagiados y 2.688 muertos), con casi la misma cantidad de contagiados, Chile tiene menor cantidad de fallecidos ¿será que en verdad tenemos el mejor sistema de salud del planeta? ¿O es que en verdad hay una ausencia de datos sobre el tema?
El día 1 sería la primera semana de marzo, un paciente había llegado al Hospital Regional de Talca. Parecía impresionar a toda la población chilena. El primer paciente contagiado en Chile era un médico de 33 años, que había estado viajando por el sudeste asiático. Los medios no dejaban de transmitir la llegada del primer paciente con los síntomas del Covid. Se generó un pánico colectivo que fue creciendo con el pasar de los días, al igual que la desinformación. Los supermercados y farmacias se llenaron. Habían filas de cuadras eternas para poder comprar alimento, medicamentos y lo necesario para reducir el riesgo de contagios: mascarillas, guantes, alcohol y jabón… mucho jabón. Parecía el comienzo de un apocalipsis; las estanterías se vaciaron por completo, en especial en las secciones de limpieza. Tal fue el grado de desesperación que la cadena Walmart se vio obligada a reducir el listado de productos por persona, para no tener que llegar al límite de desabastecimiento, pero hoy esto comienza a desencadenar en un alza en los precios de los productos. Parecía que el Oasis de América Latina de Piñera, comenzaba a venirse abajo.
El 18 de marzo fue un día clave. El presidente Sebastián Piñera decretaba el Estado de Excepción Constitucional de Catástrofe, por una duración de 90 días. Las clases se cancelaron, se clausuraron las fronteras y días después comenzaba el toque de queda que estaría rigiendo todos los días a partir de las 22 horas. En aquel momento la preocupación comenzó a acercarse en mi familia y más cercanos. Mi padre trabaja en el área comercial en un barrio de Santiago, por lo que tiende a relacionarse con muchas personas a diario. Todos los días empezaron a ser una preocupación constante y el flujo de gente que transitaba por casa no ayudaba a calmar las aguas. Mi madre estaba obligada a salir a comprar para abastecer nuestro hogar, por lo que aquellas salidas cada vez se hicieron menos frecuentes, sobre todo al dictarse la cuarentena obligatoria.

Área comercial de Santiago. Foto de Foto de Rene Henríquez @paseosantafilomen
En el transcurso del día, no queda mucho más que intentar mantener la cabeza ocupada. Es difícil cuando tu país es una vergüenza mundial. Exactamente el 7 de abril, el ministro de Salud, Jaime Mañalich aseguró que los decesos eran contemplados como recuperados, “porque ya no pueden contagiar”. Las críticas no tardaron en aparecer en diversos medios internacionales, sumándole a esta la resistencia del gobierno a decretar una cuarentena total. Pero bueno, un error puede ocurrirle a cualquiera ¿no?
El domingo 26 de abril, una parte de la población sentía la desilusión de un plebiscito pospuesto por la emergencia sanitaria. ¿En qué está preocupado el gobierno? ¿Realmente están movilizándose para acabar con el colapso del sistema sanitario? La aprobación de proyecto de la «Ley Sticker», que busca sancionar daños en el transporte público, y la pronta apertura de centros comerciales y centros deportivos. No es lo más urgente ni necesario en medio de una crisis hospitalaria; falta de ventiladores mecánicos, camas e insumos básicos, que dejan en evidencia la saturación de los servicios de salud pública.
El virus está afectando a poblaciones enteras y la cuarentena a miles de trabajadores. Muchas personas luchan por sobrevivir y otras por seguir llevando a casa un plato de comida para sus familias. Un gran número de trabajadores, cuyos oficios no les permite optar por un teletrabajo, han sido despedidos. Mi padre es una de las personas que ha tenido que comenzar a trabajar desde casa, pero todos los días es una incertidumbre que va creciendo respecto a lo que pueda pasar mañana. ¿Qué medidas ha entregado el gobierno? Ley de Ingreso Familiar de Emergencia, algo que parecía un salvavidas para muchas familias, solo contempla un pago de 3 meses de $65.000 (74 €) el primer mes, $55.000 (62 €) el segundo y $45.000 (51 €) el tercero, por cada integrante del grupo familiar correspondiente; donde se espera que tan solo el 25% de la población se vea beneficiada.
Me acuesto y cada noche medito sobre mis privilegios. Pienso para mis adentros lo irreal que es todo lo que está pasando. Pareciera que la crisis dejara en evidencia una vez más, la importancia que le da el capitalismo al mercado y sector privado, resaltando el rol individual. No existe entre ellos una preocupación por el bienestar de una sociedad entera, sino seguir generando ingresos como se pueda para continuar abasteciéndose los bolsillos a través del pueblo trabajador, que son quienes deben correr el riesgo cada día… Cerca de donde vivo, los habitantes de Lo Hermida colgaban un lienzo que señalaba “los ricos ponen el virus, el pueblo los muertos”.

Fernanda Henríquez trabajando durante el confinamiento
Me pregunto cuándo volveré a ver a mi familia y amigos. Pero me siento egoísta pensando que hay personas que ya no los podrá ver nunca más. El sacrificio que hace cada día el personal médico y al llegar a casa no poder siquiera abrazar a sus seres queridos; familias numerosas intentando sobrellevar el confinamiento dentro de un espacio reducido; establecimientos educacionales que se niegan a congelar o disminuir sus aranceles y una tasa de desocupación de 8,2 %, que se espere aumente a más de un 10 %. Pareciera ser que todo el descontento se estuviera acumulando aún más, y que el día de mañana cuando la crisis sanitaria apacigüe y cese, las calles volverán a las manos del pueblo chileno.
Lo más probable es que cuando este artículo se publique, las cifras hayan crecido en miles de infectados más. Intentando conciliar el sueño, pongo mi playlist para dormir. Suena Antón Álvarez. Con mis ojos cerrados recuerdo mi vida de hace pocos meses, mientras de fondo se escucha “todo va a estar bien”.
Por Fernanda Henríquez
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