El amor y la danza en la mística sufí

Las religiones, seamos creyentes o no, son manifestaciones preciosas de Fe que dan respuesta en muchos casos a la necesidad de alimentar una espiritualidad o un tipo de inquietud que tal vez, no podríamos satisfacer con otro tipo de conocimiento o disciplinas. Los católicos por ejemplo buscan en la Iglesia una respuesta a algunas de esas inquietudes. Los más fieles todos los domingos se reúnen en comunidad en sus sobrios pero preciosos templos a reafirmar el compromiso con su creencia. Los sacerdotes mediante lecturas y reflexiones ayudan a los creyentes reunidos a alcanzar un conocimiento más completo y más profundo de su Fe. Algunas ramas cristianas, especialmente las afroamericanas de EE.UU cantan y dan palmas para entrar en una especie de éxtasis colectiva y reforzar así los lazos entre ellos. Otras religiones como la musulmana prefieren no apoyarse tanto en guías espirituales y profesan una Fe más personal. Los rezos o el ayuno entre otras son una forma muy personal de acercarse a Dios y demostrar el compromiso hacia su religión mediante la auto disciplina. Aunque esto no evita que los viernes, su día sagrado de la semana, se reúnan en comunión en sus blancas e iluminadas mezquitas a rezar en comunidad.

Una religión que nos sacará un poco de nuestros esquemas y en la que nos vamos a centrar es en la mística Sufí. Esta mística de origen árabe centra sus prácticas religiosas en el amor, la belleza y la danza, especialmente la danza derviche. Buscan mediante estos ritos llegar a un estado de éxtasis que los vincule más profundamente con Dios. El éxtasis como forma de acercarnos a Dios es una de las características principales de las místicas junto con la libertad de interpretación.

El amor y la belleza

Para los Sufíes el amor es un concepto muy amplio que engloba incluso a las prácticas más cotidianas. Puedes amar a tu profesión, a Dios, a una persona, a la vida. Se debe experimentar el amor para poder entrar en sintonía con Dios. Para explicar este tipo de amor huyen de las grandes definiciones y recurren a los aspectos cotidianos, como por ejemplo el amor entre dos personas.

La belleza tiene que ver mucho con este amor. Lo bello al igual que el amor es lo que está cerca de Dios y lo feo lejos. La representación más clara de lo feo para los Sufíes es el mar porque para ellos, la fuerza de las olas que despiertan por su bravura tienen una característica destructiva. El mar representa las vidas feas, que destruyen y no aquellas que son bonitas y creadoras de vida. Como curiosidad, los sufíes creen que la mujer está más cerca de Dios porque es el género humano más bello.

Dios nos ama, es lo bello, el bien, un Dios que se dice de muchas maneras pero que está rodeado por un halo de misterio, pues no se puede conocer y el propio Dios busca no ser conocido. El ser humano busca desesperado llegar a conocerlo, pero Dios es esquivo. Los sufíes buscan vivir y sentir, se empapan de todas las experiencias que pueden para luego expresarlas por medio del arte y la danza. Sienten la necesidad de contar sus vivencias porque les queman por dentro. La danza apaga ese fuego interior que les quema.

Las danzas derviches

Es otra forma de llegar a Dios complementarias con las anteriores. Las danzas sirven para expresar su pasión por la vida y por Dios, buscan expresar aquello que han vivido y sentido. La mejor forma de querer a Dios es viviendo vidas amorosas, bellas y rodeados de arte y danza.

Las danzas derviches son acompañadas por distintos instrumentos de viento y percusión, de los cuales destacan las flautas que simbolizan el ser dado al universo.

Los bailadores se llaman Semaezes y entran a la danza una vez la música finaliza. El manto largo y negro (presente en el flautista de la imagen de arriba) se llama Hirka y El vestido blanco que llevan debajo se llama Sikke y simboliza la lápida mortuoria del mundo. El baile en sí consiste en girar sobre sí mismos con los brazos en forma de aspa.

La obra de Las mil y una noches posee numerosas referencias sufíes.

Por Adrián Moros (@adrixtercio)

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Estudiante de filosofía y eterno aprendiz de mi mismo. Redactor, escritor, creador y soñador empedernido.

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