El motor silencioso del ajedrez escolar

José Valenzuela cuenta que cuando su pareja de ajedrecistas comenzaron a practicar el deporte miraba las partidas y disfrutaba del juego. Acudía a los torneos escolares organizados en Zaragoza y seguía cada movimiento con interés. “Pero al pasar unos meses el nivel de los niños subió tanto que ni me enteraba de lo que sucedía. José dejó de echarle un vistazo a los tableros y se buscó pasatiempos para llevar lo mejor posible el trago de estar toda una mañana o una tarde, a veces un fin de semana completo, esperando a que los niños terminasen y pudieran volver los tres a casa.

De tanto verse un sábado tras otro, muchos papás y mamás de ajedrecistas forman grupos abiertos al compañerismo en los que sufren unidos las maratonianas jornadas de espera. A causa del silencio y la concentración que necesita el ajedrez, los más mayores quedan al margen de las salas de juego, desterrados de allí por los árbitros en los torneos de ritmo rápido. Los jueces prefieren no tener pululando cerca de las mesas a centenares de adultos, donde sus indicaciones a los jugadores mediante señas estorban más que ayudan. Y así, a diferencia de en los deportes mayoritarios, los padres se integran en grupos formados por personas de diferentes escuelas y clubes que apoyan a los pequeños sin importar de dónde procedan.

Mercedes Parrón, madre de una niña de doce años, nos cuenta que durante las competiciones su grupo de amigos charla de la actualidad diaria, de las novelas leídas, de películas y juegan a las cartas si hay disponible una mesa, todo con tal de pasar una tarde amena, sin estar muy atentos a los resultados. Muchas veces, cuando falta una ronda, sí que activan las antenas para enterarse de quiénes ocupan los primeros puestos de la clasificación, pero sin darle mucha importancia. Durante el Torneo Robinet en Piélagos (Santander), el evento escolar más grande de España con 844 inscritos en la edición del 2017, el grupo de Mercedes coreaba el nombre de los chavales y les hacían la ola cada vez que estos acudían a las gradas a descansar entre una ronda y otra. Con ello, los niños que salían tristes de una partida difícil levantaban el ánimo al ver que los adultos se lo pasaban tan bien como ellos sobre el tablero.

Torneo escolar de ajedrez, Zaragoza

En Aragón los torneos en edad escolar han incrementado su número y volumen de participantes en buena medida gracias a la implantación del Proyecto de Ajedrez a la Escuela, impulsado por la DGA y que cuenta con ciento sesenta colegios repartidos por la comunidad autónoma. Enrique Sánchez, fundador del proyecto, y jubilado este curso como maestro tras cuarenta años en el CEIP Marcos Frechín, comenta “que los padres vean la partida desde lejos evita que asuman el papel de entrenadores como ocurre en otros deportes. Además, conforme sube el nivel de los chavales, son conscientes de que no tienen mucho que decir técnicamente sobre las partidas. Al final, el apoyo de llevarlos a entrenar y a jugar, junto con lo anterior, me parece el papel adecuado que deben asumir”.

Los monitores de ajedrez coinciden en que es beneficioso para los niños aprender a desenvolverse solos durante la competición, siempre con la ayuda amigable del entrenador, alejados de la influencia paterna en un momento en donde necesitan soltar las alas y mirar los emparejamientos colgados por los árbitros al inicio de cada ronda. Muchos monitores notan que cuando aprenden a hacer esto, aumenta el desempeño de los pequeños en las partidas y muestran más interés por el ajedrez. Sin embargo, para los padres no es fácil observar esto ya que muchos se muerden las uñas al ver pulular a los críos por la inmensa sala de juego, en ocasiones formada por cuatrocientos tableros, sin encontrar la mesa en la que les toca sentarse.

Enrique Sánchez también remarca que los padres de su club de ajedrez “son un encanto” y en muchas ocasiones ha comentado que lo mejor que tienen en el Marcos Frechín, club del cuál es presidente, es su ambiente. “Somos una piña. Todos echan una mano a la hora de organizar torneos y salidas”. En ocasiones, muchos mayores deciden dar el paso y sentarse en el tablero junto a sus hijos en partidas a ritmo lento. “Fue gracioso empezar a jugar, porque a veces mi hijo me echaba la bronca por lo mal que manejaba mis partidas. Y claro, como el niño me ganaba, yo no podía contradecirle”, comenta Francisco Ferrer, un jugador de club con varios hijos y sobrinos aficionados al deporte.

Aunque las condiciones de juego son impecables en cuanto a organización y logística de las competiciones infantiles, muchos padres echan de menos servicios básicos para las personas que esperan fuera de la sala de juego. Sin ir muy lejos, el frío y la oscuridad que soportaron los padres de los CEIPS Agustina y Catalina de Aragón en enero durante el Campeonato Provincial de Zaragoza fueron terribles a causa de que la FADA se olvidó de ellos y no les habilitó ninguna zona donde esperar a refugio de las inclemencias meteorológicas. “Podrían haber encendido las luces del patio”, reclamó una de las madres, que esperó durante horas en el exterior del colegio Cristo Rey a que su niño terminase de pasarlo bien en la zona de juego, dónde sí había calefacción. Aun siendo sufridores por naturaleza, los monitores opinan en bloque que los padres junto a los niños son quienes crean y mueven el ajedrez escolar.

Por Julio César Santos  (@SantosSesar)

1 Comment on El motor silencioso del ajedrez escolar

  1. Enhorabuena por el artículo. Refleja bastante bien lo que sucede con el ajedrez en edad escolar. Pero por encima de todo me gustaría remarcar lo siguiente:

    Para que pueda haber cantera de jugadores tiene que haber padres dispuestos a llevar a sus hijos a los torneos y los organizadores de los mismos deberían poner más cuidado en eso. Tener a los padres en el patio de un colegio sin calefacción en invierno o sin cobijo en verano, sin unos baños donde poder ir a hacer sus necesidades, sin una sala de análisis al abrigo de las inclemencias meteorológicas en campeonatos importantes, por ejemplo, hace que la organización de estos torneos sea mala y reprobable. Y los pafres deberían rebelarse contra eso, porque sin saberlo ellos son el motor de esos torneos y tienen la mayor de las fuerzas: la presencia de sus hijos.

    Esto último que relato sucede todos los años, desde hace muchos, en el Campeonato de Aragón en Edad Escolar y es no sólo criticable, sino indignante y lo digo como padre de ajedrecista y como monitor de ajedrez titulado.

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