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La decisión china que obliga al mundo a repensar su basura

El gigante asiático veta la importación de residuos con 24 materiales, entre los que se encuentran los aparatos electrónicos, el plástico y el papel.

A partir de marzo China dejará de recibir toneladas y toneladas de residuos procedentes de todo el mundo. Un negocio rentable para empresas incapaces de gestionar su propia basura, pero desastroso para el medio ambiente y las poblaciones que rodean las zonas en donde van a parar estos desperdicios. No en vano, el gigante asiático es nombrado como «el mayor vertedero del mundo».

«Hemos constatado que grandes cantidades de basura de mala calidad, e incluso residuos peligrosos, están mezclados con residuos sólidos. […] Esto contamina seriamente el medio ambiente de China», informó el ministerio de Medio Ambiente chino en el mensaje enviado a la Organización Mundial del Comercio.

En España, de la basura que se genera, solo se recicla un 30%. El resto acaba en incineradoras (10%) y en vertederos (60%), cifras que se alejan del 50% fijado por la UE para 2020. España no ha conseguido gestionar de manera sostenible sus propios residuos, por lo que, y para aligerar el impacto ambiental que esto le genera, exporta una enorme cantidad de estos a países como China. Y esta historia se repite con Estados Unidos, Alemania o Tailandia.

Pero esta vía «fácil» tiene los días contados. En marzo de este año el gobierno chino acatará una ley que prohíbe la entrada de residuos extranjeros de 24 materiales entre los que se incluyen el plástico, los textiles o la basura electrónica. 

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Desde hace tres décadas China sacaba mucha rentabilidad al negocio, ávidos de materias primas para crear nuevos materiales, ofrecían buenos precios para recibir toneladas de residuos procedentes de todas partes. El negocio funcionaba. China continuaba con su acelerado proceso de construcción y el mundo no aprendía a gestionar sus desechos sino que se los enviaba a otros que parecían encantados de recibirlos. Sin embargo, la acumulación de materiales de los que no se puede extraer nada ha provocado tantos daños que los inconvenientes son demasiado notables en comparación a los beneficios.

Guiyú, la ciudad que recibe casi el 80% de los residuos electrónicos del país, ha sido estudiada en diversos informes. Los datos publicados afirman que la enorme cantidad de componentes tóxicos ha repercutido en una población donde el 70% de los bebés nacidos tienen un 50% más de plomo en sangre que lo normal, sin mencionar los ríos ya contaminados.

¿Y ahora qué?

Desde Reino Unido la noticia ha sido tomada como el detonante de «la crisis del plástico», lo cierto es que, como ellos, muchos países con un alto rendimiento económico apenas saben qué hacer con su basura. esta decisión conlleva nuevas alternativas. Sin embargo, es posible que entre ellas esté derivar los desperdicios a nuevas zonas geográficas empobrecidas en Ghana, Sudáfrica, Nigeria o India. Otra salida «fácil», pero igual de desastrosa.

Otros organismos ofrecen alternativas más sostenibles y éticas como apostar por la economía circular y concienciar a la población para que se generen menos desperdicios en los hogares. La actuación ante este veto está por verse.

 

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