La muerte, una visión diferente
Estamos en Navidad y los creyentes cristianos celebran el nacimiento de su mayor profeta Jesús. Comidas y cenas familiares. Reencuentros después de incluso décadas sin verse. Se celebra el nacimiento de una vida, el inicio. La vida es aquello que transcurre entre tu nacimiento y tu muerte, entre tu primer latido y tu último.
En filosofía sabemos que la vida no sería posible sin nuestros cuerpos. Nuestros oídos que nos permiten oír el canto de los pájaros, la vista que nos permite ver una puesta de sol, el olfato que nos permite oler las riquísimas croquetas de la abuela, etc. Si la vida depende de nuestro cuerpo, la muerte también. Cuando nuestro cuerpo falla aparece la muerte. La herramienta que nos permitía poder seguir por la senda de la vida (nuestro cuerpo) deja de funcionar.
Nuestro cuerpo nace programado para fallar y morir. Pero ¿cómo deberíamos afrontar la muerte? En el México previo al cristianismo, la muerte era vista como un paso más en la vida. En África, concretamente en Lumbalú, se canta y se llora y la muerte sirve como vinculo de unión entre los vivos. Para el budismo la muerte es necesaria, pues es el paso final antes de la reencarnación y para el Hinduismo la muerte significa la unión de lo individual, tu Yo, con lo universal.
En nuestra cultura la muerte es motivo de miedo y normalmente se tiene como tema Tabú, la ocultamos y la negamos hasta que pasa. En nuestras sociedades del YO, creemos que nosotros somos lo más importante del universo y esta visión ayuda a ver la muerte como un drama porque es la muerte de nuestro YO.
José Luis Sampedro, filósofo humanista ve la muerte como un componente más al servicio de la vida. La vida no es posible sin la muerte, necesitamos de la muerte para dejar espacio a la nueva vida que se abre paso. La vida no tendría sentido sin la muerte, es saber que podemos mirar un número limitado de amaneceres, o de bañarnos en el mar o de enamorarnos, lo que le da intensidad a nuestra vida y sentido. El saber que nuestra vida se acaba es lo que nos impulsa a vivirla plenamente.
Por Adrián Moros (@adrixtercio)
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