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25 años del primer asesinato racista en España

Según el Informe Raxen de Movimiento contra la Intolerancia, desde 1992 hasta 2015, 86 personas han perdido la vida víctimas de una agresión racista.

Era negra y pobre, así, con esas dos palabras pasó a la historia Lucrecia Pérez. Hoy su foto representa la marcha antiracista en Madrid y no por puro capricho estético. La fatídica noche del 13 de noviembre de 1992, Lucrecia se convirtió en la primera víctima mortal del racismo reconocida en España. Y con ello el resurgimiento de una lucha constante por el respeto de todas las razas. La asesinaron mientras cenaba con algunos paisanos dominicanos en una discoteca en ruinas que les servía de refugio. Ellos eran un grupo de inmigrantes caribeños que empezaban a formar parte de una sociedad tensa, renuente a la diversidad negra percibida con asco y como amenaza.

25 años de su asesinato, su recuerdo duele. Lucrecia tenía 33 años cuando tres disparos segaron su camino, mas no para siempre pues se ha convertido en símbolo de lo que hay que desterrar: el odio, el rechazo, el miedo a lo desconocido, la violencia, el racismo.

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Nacida en una localidad humilde al sur de República Dominicana, Lucrecia fue una de esas mujeres que emprendió un viaje lleno de ilusiones hacia tierras más prosperas. Vicente Noble, su pueblo, es hoy un municipio de poco más de 226 kilómetros cuadrados y cerca de 24 mil habitantes, formado por una agrupación de casas coloridas de cemento construidas sobre bohíos, antiguas viviendas de madera y lodo. Hay quien le dice «la pequeña España» por la gran cantidad de migrantes que partieron desde allí hacia la península Ibérica, más de 6 mil personas contabilizadas hasta 2015.

Para emprender ese viaje, Lucrecia tuvo que hipotecar su casa, confiada en las posibilidades que le daría ganar entonces en pesetas. Pasó por Santo Domingo, Nueva York, París y Bilbao hasta llegar a Madrid, su último destino. Trabajó forzado en casas de familia para enviar remesas destinadas a los estudios y mantenimiento de su hija, objetivo que la mantuvo perseverante hasta el final. Nadie imaginó que la vorágine antiinmigración que empezó a bullir se la llevaría por delante a solo un mes en el país. Era 1992 y en el barrio madrileño de Aravaca empezaban a lucirse letreros contra los dominicanos. En realidad, contra todo aquello que representara una amenaza a lo cotidiano. Muchos no tenían más opción que la resignación y el abrigo de compatriotas contra el gélido ambiente.

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Protesta en Aravaca por el asesinato de Lucrecia. Foto de CRISTÓBAL MANUEL

Four Roses fue el escenario de esa búsqueda, una discoteca en ruinas donde se refugiaban unas 30 personas sin trabajo estable y menos posibilidades económicas. Desdeñados por el sistema, pronto hicieron de aquel espacio marginal un astibo del hogar que deseaban, hasta que una noche cuatro encapuchados tocaron la puerta para emprenderla a tiros contra todo lo que se movía bajo la escasa luz de unas velas. tres balas fueron a parar a Lucrecia, de las que una le impactó directo en el corazón causándole la muerte. A Porfirio Elías, su acompañante,le impactó la cuarta bala. Salvó la vida de milagro, pero quedó gravemente herido. Los atacantes Sabían que allí vivía un grupo de dominicanos y que querían eliminarlos para así «dar lecciones a los negros». Las declaraciones del guardia civil Luis Merino Pérez y los menores de edad Javier Quílez Martínez, Felipe Carlos Martín Bravo y Víctor Flores Reviejo sirvieron como prueba final del crimen racista, 54 años de cárcel para el primero y autor material y 24 años de reclusión para los otros tres de los que solo cumplieron seis años y medio.

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25 años después, Madrid lanza un grito contra el racismo institucional. Primera marcha de todos los colectivos racializados que forman España celebrada este domingo 12 de noviembre. En memoria de Lucrecia y de todas las víctimas de la xenofobia, ese miedo tan primitivo y peligroso a que algo distinto te haga sentir como si estuvieras sobre una barca.

Su muerte puso sobre la mesa el debate de la propaganda nazi, el racismo institucional  y callejero en España, la doble violencia que reciben las mujeres por ser mujeres y negras y la falta de justicia a los crímenes de odio. Todos estas luchas presentes en Madrid. El sueño de una sociedad unida y justa no cesa, todavía hay quienes se ven empujados a salir a la calle con la esperanza de que mañana nadie tenga que sacar la foto de Lucrecia para gritar «No más racismo».

                                                                                    Flor Medina (@Fsilvestre5)

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