Cristina Spinola: «El espíritu de la mujer es el que produce los verdaderos cambios».
Aunque Cristina Spinola nació en las Islas Canarias hace 41 años, es una auténtica ciudadana del mundo. Durante poco más de 3 años ha recorrido cinco continentes sobre una bicicleta y sola. Ahora escribe su tercer libro ‘Sola en bici. Soñé grande y toqué el cielo: vuelta al mundo en bicicleta’ que se prevé en las librerías este diciembre. Sus memorias, tan intensas como diversas son el gancho perfecto de una web que hoy acumula miles de seguidores. Solaenbici.com es el legado de una mujer que empezó a pedalear contra la desigualdad y que acabó haciéndose poderosa con el autodescubrimiento. Hablamos con la primera mujer española en recorrer el mundo en bicicleta.
-Empezó a denunciar la violencia de género con un pequeño recorrido en bici por las Islas Canarias y acabó recorriendo el mundo.
-El ser humano, si tiene una pizca de ambición, siempre aspira a más. En un momento dado se me hizo pequeño el archipiélago de canarias. En ese momento di ejemplo como mujer deportista, conseguí que los medios se hicieran eco de esa aventura y que hablaran sobre la violencia de género y la desigualdad que yo denunciaba, entonces pensé qué bonito sería hacer llevar mi mensaje de la mujer libre a nivel mundial, pero en ese momento también pesé que eso sería un sueño inalcanzable. Durante 10 años se estuvo cocinando dentro de mí las ganas de emprender el proyecto fuera y cada día se me hacía menos imposible. Cuando crees en algo, te vas construyendo por dentro la maquinaria que te va a lanzar. Leí muchos blogs sobre extrajeros que viajaban así y me dije «si ellos lo hacen yo también».
-¿Qué fue lo más difícil?
-Dejarlo todo, salir de tu medio, dejar tu trabajo, venderlo todo, romperlo todo. Para mí eso fue lo más difícil de toda la aventura.
-Y se lanzó a lo inesperado.
-Nunca tuve nada fijo, en el mundo del periodismo español no hay nada fijo y seguro. En principio me daba miedo pensar en qué haría cuando me faltara dinero, pero al final di el paso, me lancé al vacío a ver lo qué me encontraba y qué amortiguaba el golpe. Descubrí que no hay golpe, que vuelas y encuentras a muchas personas que han hecho lo mismo que tú, que te ayudan a volar y te muestran que realmente estabas metido en una especie de cueva, como en el mito de la Caverna de Platón; estabas ahí muerto de miedo, sufriendo la mayoría de veces, sin poder expresarte, sometiéndote a aquellos que abusan de poder. Cuando realmente sales de la caverna te arrepientes de no haberlo hecho antes.
-¿Qué ha descubierto sobre si misma?
-He descubierto que soy más valiente de lo que pensaba, lo que ahora me da mucha más seguridad para enfrentar todo tipo de situaciones. He aprendido a tomar decisiones sobre la marcha. En España a las mujeres nos crían para que seamos inseguras, como una manera de control patriarcal: si estás muy segura de ti misma vas a volar muy pronto. Gracias a que emprendí este viaje he conocido cuál es mi pasión, cuál es mi propósito en la vida, mis objetivos, a tener una relación mejor conmigo misma, a reflexionar y resolver todas esas cosas que hieren por dentro, he aprendido a estar en paz. Son tantas cosas que podrías escribir una enciclopedia.
Yo creo que las mujeres quizá somos las que hacemos un viaje más espiritual que los hombres. Somos mucho más emocionales, nos abstraemos más y eso hace que el viaje sea mucho más profundo, mucho más auténtico. En mi experiencia, aunque siempre hay de todo por supuesto, la mayoría de los hombres les preocupa los elementos técnicos. Siempre me preguntaban sobre la bicicleta que llevaba, que cuánto me costó, si era de aluminio, el material del sillín. En cambio, las mujeres me preguntan cómo me sentía, sobre qué hacía cuando sufría en la carretera. Eso hace que quizá nosotras hagamos el viaje mucho más allá.
-De hecho trabaja en su libro ‘Sola en bici. Soñé en grande y toqué el cielo: vuelta al mundo en bicicleta’.
-Sí, ahora estoy trabajando en él y se ha convertido en mi prioridad. Si todo va según lo planeado en diciembre estará impreso.
-Aparte de contar su experiencia, también hace reflexión sobre el estar bien con uno mismo y estar feliz ¿Cómo ha encontrado la felicidad en los mementos duros?
-Creo que la felicidad es un término muy romántico. La felicidad existe por momentos, no existe continuamente. Lo que pasa es que cuando eres libre, te sientes mucho más feliz que cuando estás sometido a convenciones sociales, a un trabajo o a un montón de cosas que no quieres hacer ni te dejan ser tu mismo. Como llevo una vida en la que estoy haciendo lo que me gusta, soy yo misma y no me importa lo que piensen los demás, estoy conociéndome. Estoy a gusto conmigo misma, más en paz y creo que eso es la felicidad, conocerte a ti mismo y tener una buena relación con el mundo.
-Y de los demás ¿qué ha aprendido?
-He aprendido que cuando quieras ir a un sitio, no preguntes a nadie cómo es ese sitio porque todo es tan relativo. La mayoría de las veces las opiniones no tienen nada que ver con la realidad. En Occidente la gente está muy contaminada con respecto al resto del mundo, se piensa que si sales de tus paredes te van a hacer algo, que hay muchos males por ahí corriendo. Todo eso es mentira, allá donde he ido me han recibido con los brazos abiertos, sí que he tenido algún que otro problema, pero es normal, como en la vida diaria, después de 1200 días en la carretera, que tengas 5 días con problemas hasta me parece poco, con todo lo que he pasado.
-Malaria, huracanes, asaltos, ha vivido situaciones realmente terroríficas, ¿cuáles han sido las mayores dificultades en el camino?
-He estado en el ojo del huracán muchas veces, sobre todo por el tema de tráfico. Cuando vas en bicicleta los mayores peligros son básicamente dos: el tráfico y los camiones, ese es el verdadero peligro, por lo demás te puedo asegurar que si no te metes en problemas, no pedaleas por la noche, vives sanamente y tienes buena relación con la gente no hay ningún problema.
-¿En qué momentos se has sentido más vulnerable?
-La vez que más vulnerable me sentí hasta pensar que no iba a salir con vida de esa fue cuando me intentaron violar en en norte de Malasia. Dos hombres que venían en una moto me persiguieron. Yo pedaleaba por la noche, error número uno, además era una zona muy remota, no había luz, era una selva, no había tráfico, todos los ingredientes para que te ocurra algo. Estos dos me atacaron, pero me pude escapar. No me llegaron a violar, pero sí que me tocaron y eso para mí fue un trauma tremendo. No te puedes imaginar la rabia y la frustración que tú sientes de que esta gente se salga con la suya. Estaba convencida de que me iban a matar después para que nadie supiera lo que me habían hecho porque en esos países hacerle algo a un extranjero es pena de muerte. Si hay gente delante no te van a hacer nada, por regla general, te respetan al ser un turista. El problema es cuando ya no hay nadie a tu alrededor y estás sola.
-Después de una experiencia así, ¿qué hizo para recuperar su fortaleza y continuar la aventura?
-Me sentí tan sola… Yo no podía contarle a nadie lo que me había pasado; ni a mis amigas, ni a mis padres porque se iban a preocupar bastante, tenía que mentir como mentí en muchas ocasiones para poder hacer el viaje. Lo que me salvó fue seguir adelante, seguir caminando. Acabé tan mal psicológicamente que llegó un momento en Malasia, llegando a Singapur, que lloraba todos los días en pleno cuadro depresivo, entonces decidí aparcar el proyecto y descansar el Bali donde hice surf .Pensé volver a casa, pero allí decidí continuar aunque seguía con depresión. Cuando llegué a Nueva Zelanda, me lo pasé tan bien que fue como dejar atrás todo lo malo y empezar una nueva vida. Fue tan bonito, me sentí tan llena allí que se quedó atrás lo malo y eso me dio la fuerza para continuar. Saqué la conclusión de que lo único que nos hace salir de los traumas es seguir caminando.
-No siempre ha estado sola, en algunas ocasiones le han salido compañeros, ¿alguna persona especial que le haya marcado profundamente?
-Sin ninguna duda, mi amiga Marika Lazone. Hemos estado como un año y medio juntas viajando. Nos apoyábamos mutuamente cuando nos daba bajón, cuando nos poníamos enfermas, nosotras no nos separábamos jamás. La conocí por primera vez en Arizona, en el Gran Cañón, ella estaba ahí de acampada y hablamos, pero luego nos despedimos. Me dijo que se iba a pedalear por México, pero ella entraba por Nogales, que era un paso fronterizo muy lejos del que yo iba autilizar (Tijuana), así que nos dijimos adiós. Pensé que no la volvería a ver y unos meses después resulta que me la encuentro en un sitio que se llama Puebla, en el Sur de México. Nos fuimos de tequila y esa noche decidimos que íbamos a pedalear juntas dos semanas. Conforme empezamos a pedalear no conectamos mucho y llegó un momento que cada una pensó en acortar el viaje y separarnos, pero después de una semana empezamos a conectar, a reírnos juntas y a darnos cuenta de que teníamos el mismo sentido del humor y éramos muy buenas compañeras. Entonces decidimos seguir juntas hasta Centroamérica, con nuestros más y nuestros menos como todas las amigas, pero siempre continuamos juntas, la amistad perduró y llegamos al Estrecho de Magallanes, nuestro destino final.
-¿Qué tan difícil ha sido transmitir su mensaje por todo el mundo?
-Si yo veía que la mujer no tenía espíritu ya sabía que no iba a haber ningún éxito del proyecto en la zona. Por ejemplo, en Etiopía o Kenia tuve una buena respuesta de las mujeres. Pero en general en África fue complicado transmitir mi mensaje, pienso que la pobreza y el hecho de que las personas no tengan sus necesidades básicas cubiertas pudo contribuir a ello, sin embargo en México me di cuenta de que pese a la pobreza mujer tiene mucha fuerza. Las mexicanas son luchadoras, me organizaban conferencias, charlas y yo solo tenía que pedalear. Siempre me mandaban mensajes de apoyo y ánimo. Por otro lado, en Colombia me di cuenta de que la más machista era siempre ella; no apoyaban el proyecto y tuve muchísimos problemas para difundir mi mensaje. Me fui con un mal sabor de boca. Llegué a la conclusión de que no solo es la pobreza y la cultura lo que influye, el espíritu de la mujer es el que produce los verdaderos cambios.
-¿Lo que nunca ha faltado en el equipaje?
-Mi imprescindible para viajar fue mi ordenador portátil. Si yo no difundía el proyecto era como si nunca hubiera realizado, no hubiera podido compartir con todo el mundo lo que me estaba pasando, lo que yo vivía. yo viajo con mi saco de dormir, la tienda de campaña, la cocina, un calderito, los cubiertos, algo de comida, las herramientas básicas y llevaba siempre mi portátil. Cuanto más cosas cargas, más lento vas y más tardas en hacer una ruta.
-En un viaje así hay que aprender a viajar con lo básico. Prescindir de materiales es muy complicado. El acostumbrarte a decir, esto no, esto no, esto no..,eso fue lo más difícil del viaje. Te das cuenta de que puedes viajar con lo básico, en las alforjas y que no te vas a morir, si necesitas algo lo puedes encontrar por el camino.
-Que es una perfecta metáfora de la vida misma
-Claro, Mientras más cargas, más te vas a atar a ellas, más te va a atar en la vida para en un momento decidirte y avanzar, moverte y aprender cosas nuevas, lo material esclaviza.
-Ahora está en México, escribiendo su libro, pero ¿adónde va Cristina Spinola? ¿Seguirá rodando?
-Para mí es imprescindible finalizar mi libro para que la editorial pueda continuar con el siguiente paso y luego tengo un bonito proyecto en mente, pero lo siento, no puedo contarlo (risas). Soy muy superticiosa y si he aprendido algo es a no contar nada de lo que voy a hacer hasta que está a punto de ocurrir.
Flor Medina (@Fsilvestre5)
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