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Hacerse respetar, cuestión de actitud

A menudo, hacerse respetar no es tarea fácil para todos. Algunas personas pueden sentirse cohibidas a la hora de expresarse de manera eficaz, lo que les genera una acuciante sensación de frustración. Esta situación se da en muy distintas áreas, en la escuela, el trabajo, en el matrimonio o en la propia familia. Pero, ¿por qué algunos sufren esta situación? ¿Son más vulnerables por naturaleza?

La psicóloga Ana Villarrubia Mendiola, autora de ‘Borron y cuenta nueva, 12 pasos para una vida mejor‘ y actual directora del centro de salud ‘Aprende a escucharte’, explica que «algunas personas tienen menos habilidades a la hora de defenderse de lo que consideran un ataque de los demás. O bien su autoestima dañada no les permite considerarse al nivel del otro, y desde la inferioridad que interpretan se creen merecedoras de un trato más indigno; o bien sí son conscientes de la agresión pero han desarrollado a lo largo de los años un estilo de comunicación más sumiso o inhibido que no les permite reivindicar su posición y limitar al otro».

En efecto, expresarnos de manera asertiva es una habilidad que se entrena, una responsabilidad personal necesaria para ser tratado con dignidad y respeto.

«La autoestima y la asertividad están estrechamente vinculadas, y normalmente la segunda es el reflejo externo y comunicacional de la primera». Ana Villarrubia

Como explica la psicóloga clínica, la línea que separa un trato digno de un indigno lo marca la propia persona con sus valores y normas, con aquellas pautas que implícitamente se aplica a sí misma para tratar a los demás y que por lo tanto entiende que deberían aplicarle los demás. El límite está en el abuso, la agresividad y la manipulación (aunque sea tácita o sutil) pues todos entendemos que no son formas válidas de acercarse a los demás.

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«La asertividad es la capacidad de autoafirmar los propios derechos, sin dejarse manipular y sin manipular a los demás».

¿En qué fallamos a la hora de hacernos respetar? 

Para Villarrubia fallamos cuando presuponemos que imponer límites es sinónimo de agresividad, cuando es precisamente su contención.

«Tendemos a interpretar que el conflicto es malo por naturaleza y por eso nos asusta y lo rehuímos. Nada mas lejos de la realidad: el conflicto es una herramienta de ajuste social, un proceso necesario para ajustar los intereses de uno con los del otro que es imposible que siempre vayan de la mano. El conflicto aparece para expresar lo que a uno le hiere y limitarlo, de tal modo que la relación pueda continuar. Socialmente no es más exitosa la persona que evita los conflictos sino la que sabe resolverlos de manera adecuada, sin acumular sensaciones de indefensión y consiguiendo sus objetivos aunque sea parcialmente», detalla.

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Para ser tratados de manera digna

Ahora bien, conseguir un trato digno requiere al menos predicar con el ejemplo, no tener miedo a decir ‘no’ y conocer los derechos propios. En el famoso libro ‘La asertividad‘ la psicóloga Olga Castanyer señala 17 ‘Derechos asertivos’ entre los que destacan:

  1. El derecho a tener y expresar los propios sentimientos y opiniones
  2. El derecho a ser escuchado y tomado en serio
  3. El derecho establecer prioridades y tomar decisiones propias
  4. El derecho a cambiar
  5. El derecho a cometer errores
  6. El derecho a pedir información y ser informado
  7. El derecho a decidir qué hacer con mis prioridades, cuerpo, tiempo, etc. mientras no se violen los derechos de los demás.

Villarrubia destaca que «la mejor manera de obtener un trato digno es darlo y exigirlo. Primero, predicando con el ejemplo, por supuesto, para luego poder reclamar libremente y sin culpas lo que uno cree que merece. Y, después, no vacilar a la hora de pedir a los demás que nos traten de una determinada manera, no dudar a la hora de decir ‘no’ cuando sabemos que o bien las formas o bien el contenido de lo que el otro nos solicitaba era excesivo. Es la única forma de no sufrir en relaciones interpersonales que, de un modo o de otro, en algún momento nos colocarán en una posición en la que no queramos estar y recaerá sobre nuestra responsabilidad restablecer el equilibrio que se haya podido perder»

Por Flor Medina (@Fsilvestre5)

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