Tejer el pelo para despeinar el racismo
Emilia Eneyda Valencia lleva más de una década en la enseñanza del origen y valor de los peinados africanos como empoderamiento de los afrocolombianos.
Cuentan diversas historias de San Basilio de Palenque (Colombia) que gracias a las trenzas las esclavas negras pudieron tejer su libertad. Al no estar tan supervisadas como sus congéneres hombres, estas aprovechaban el tiempo que disponían para estudiar el paisaje y plasmarlo en sus cabellos crespos a modo de mapa de fuga. No solo eso, guardaban en su pelo semillas y demás especias con las que sobrevivir durante el camino hacia su independencia.
Las trenzas son mucho más que estética, entrañan la historia de un pueblo esclavizado, su agudeza, creatividad y perseverancia. Y de esto sabe mucho Emilia Eneyda Valencia, licenciada en Lenguas Modenas, profesora de idiomas, investigadora y presidenta de la Asociación de Mujeres Afrocolombianas AMAFROCOL.
Desde niña fue testigo de las luchas de clase entre los afrodescendientes colombianos y los demás nativos del país caribeño. “Recuerdo que cuando alguien quería ofenderme me gritaba «negritina» sólo porque, siendo ambos negros, mi piel era más oscura. Sinceramente…eso me resbalaba, yo sabía lo que valía”,relata Emilia quien percibía las diferencias impuestas entre ella y los demás chicos mestizos o blancos. “Cuando estábamos preparándonos para hacer la Primera Comunión, las monjas sentaban a las chicas blanco-mestizas delante y a nosotras las negras atrás. Como rechazo a esto, hacíamos travesuras, pero ya entendíamos que éramos diferentes”, añade.

Emilia Eneyda trenzando
Oriunda de Andagoya, pueblo al oeste de Bogotá y enclave de compañías mineras, Emilia sufrió la falta de oportunidades en su barrio de población mayoritariamente negra. Paupérrimos sistemas de saneamiento, faltaban acueductos y alcantarillas a diferencia de los barrios de mayoría blanca. Esta situación es solo uno de los ejemplos de discriminación ejercidos sobre las personas afrodescendientes en Latinoamérica. El pelo afro ha sido y es fuente de conflictos tanto en Colombia como en todo el continente americano y el mundo.
Muchas mujeres se han visto empujadas a laciar su pelo para optar a mejores oportunidades de trabajo o a un mejor trato. “Cuando nos íbamos a vivir a Cali, tenía unos 10 años entonces, mi mamá tuvo la pésima idea de alisarme el pelo con el objetivo de que llegara a la ciudad diferente. ¡Fue horrible! Una experiencia verdaderamente traumática de la que aún tengo una cicatriz sensible”, cuenta Emilia.
Pero esta mujer no se dejó amilanar por los estereotipos. Lejos de eso, cosechó un amor profundo por los rasgos de su identidad y lo reflejó con el arte del trenzado del pelo. “Tengo una relación afectiva muy especial por las trenzas, primero porque el ejercicio de hacerlas congregaba a las amigas en los patios y en el río de mi natal Andagoya-Chocó y era un momento mágico; de hecho una de ellas me enseñó a hacerlas en cosa de 5 minutos. El aprender este arte, me sirvió para salir adelante en mi deseo de estudiar”. Y es que en la Universidad las trenzas de Emilia triunfaban, gracias a esto pudo costear una parte de sus estudios.
Esta actividad no quedó en un negocio temporal, el interés de crear una iniciativa para que las afrocolombianas pudieran apreciarse y sentirse apreciadas con su belleza natural la impulsó a convocar un concurso de peinados en 1984. Más que una competición, aquello se convirtió en un movimiento social que se cristalizó en 2003 con AMAFROCOL y a día de hoy moviliza a mujeres de todo el país.
Amafrocol nació con la necesidad de solucionar algunos problemas de racialización, machismo, violencia familiar, injusticia social que afecta a muchas mujeres negras en Cali.
Y es que ser negro en Colombia supone estar expuesto al maltrato desde distintos frentes. Sexismo, machismo, discriminación laboral… “Incluso para estudiar tenemos problemas. Por ejemplo, hay academias de aviación que obligan a nuestras chicas a abandonar sus trenzas afros y a homogeneizarse dizque porque la imagen corporativa «adecuada» es la del cabello planchado y recogido”, afirma Emilia.»El imaginario de este país está imbuido en el hecho de que todas somos empleadas domésticas y vivimos en los barrios más deprimidos”,sostiene y destaca la erotización de las mujeres negras, usados y violentados como botines de guerra sobre todo en las zonas rurales.
Por esto, Emilia no ha cesado en su deseo de que las mujeres afrodescendientes conozcan la historia de sus peinados. Con más de una década de labor social, AMAFROCOL ha conseguido empoderar étnica, cultural y sociopolíticamente a muchas mujeres dentro y fuera del país, además de elevar la autoestima de muchas niñas y niños por medio del autoreconocimiento.
“Hemos posicionado el tema de los peinados de origen africano y dignificado el ejercicio del trenzado convirtiéndolo en una fuente de ingreso para muchas mujeres; hemos conseguido que muchísimas mujeres dejen los alisados, planchas y demás elementos de tortura y acepten su cabello natural luciéndolo de diferentes maneras. De nuestro proyecto ‘Tejiendo Esperanzas’ han nacido diversas iniciativas empresariales de gente negra enfocadas a fabricar productos capilares especiales para nuestro cabello, olvidado por las multinacionales en Colombia (Bámbara, Afronía; Alma de coco, Borojoa; Naturafro, etc.)”.
No solo eso, se ha conseguido encender una revolución a nivel global de mujeres que comparten consejos e ideas para cuidar el cabello natural, además de temas más políticos y reivindicativos pro Derechos Humanos. La singularidad y el éxito del proyecto ha conseguido que Emilia haya sido invitada a impartir talleres y conferencias en países como Brasil, Cuba, Ecuador, Panamá, Uruguay o Venezuela, incluso Europa y Estados Unidos.
“Los peinados otrora fueron símbolo de nobleza, de status, eran la corona de nuestras reinas y princesas e incluso en Europa, a donde posiblemente llegaron merced a la esclavización, las blancas nobles los usaban con frecuencia como símbolo de poder y riqueza. Mientras más elaborado fuera el peinado más status y poder económico se tenía, al igual que en Egipto donde estaban reservados sólo para la nobleza”, explica Emilia.
Emilia está feliz. Trabaja en una cartografía de peinados que comenzó hace años y lucha para que el concurso de peinados ‘Tejiendo Esperanzas’ sea declarado Patrimonio Inmaterial de la Nación. “Pronto tendremos MAKEDA la única peluquería en Colombia especializada en el manejo del cabello afro natural”, adelanta.
Flor Medina (@Fsilvestre5)
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