Francia castigará con multas y prisión a los comerciantes y fábricantes que practiquen la “obsolescencia programada”

Aquellos fabricantes y comerciantes que creen y distribuyan productos intencionadamente perecederos serán multados con hasta 300.000 euros e incluso podrán ir a la cárcel. Esta ha sido la medida aprobada por el parlamento francés gracias a un proyecto del partido político: Los Verdes.
En otras palabras, si un fabricante establece en la elaboración de un producto, (generalmente electrodomésticos, aparatos tecnológicos, bombillas y demás) una fecha determinada en la que ese producto caducará, entonces será multado al violar las leyes del consumidor.
Además se añadirá al castigo penal la una multa en base a la Ley de Consumo. De esta forma, el parlamento busca reprimir una práctica que los ciudadanos sufren cada año.
En esta decisión ha tenido gran relevancia el partido Verde, el cual tiene más de un año en su lucha por la abolición de la “obsolescencia programada”, considerada por estos un engaño a los consumidores y un ataque directo al medioambiente y a la sostenibilidad.

El punto fuerte de la obsolescencia programada está en que reparar un bien, como por ejemplo cambiar una pieza de un móvil, cuesta más que comprar uno nuevo.
La enmienda da un paso más
El Comité Económico y Social de la UE (EESC, por sus siglas en inglés) avanza en su causa y exige que toda Europa se postule en contra de la obsolescencia programada. Este 17 de octubre el EESC organizará una mesa redonda sobre el tema, en la que se espera que la Comisión Europea decida si prohibir o no una práctica que lleva desde los años veinte cuando se originó Estados Unidos.
82 años de estrategia de venta

Los chinos son el mejor ejemplo de obsolescencia programada donde existen productos cuya vida útil se ciñe a un día, lo que produce un acelerado aumento de basura.
Fue en 1932 cuando Bernard London propuso durante la gran depresión que golpeaba a Estados Unidos emprender un nuevo modelo de fabricación que obligara a los ciudadanos a comprar nuevos productos. Pero la idea no convenció hasta que 20 años más tarde, Brooks Stevens adaptó la idea de London, pero como una manera de “Adquirir algo nuevo” por voluntad y no por obligación. Aquí crecen las primeras raíces de la sociedad consumista que conocemos hoy en día.
Entonces no se tenían muy claras las repercusiones a largo plazo de esta práctica, que en un principio supondría un chute a la economía a través del consumo acelerado.
Ahora existen auténticos depósitos de esos electrodomésticos que tiramos porque o ya no funcionan o se han quedado obsoletos en la frenética carrera de la renovación tecnológica. Y no solo electrodomésticos, la obsolescencia planificada inunda las estrategias de marketing de cualquier empresa ya sea textil o electrónica, todo lo que tenemos está destinado a caducar.
Apple o Microsoft son algunos de los grandes gigantes que diseñan sus productos con un software limitado. Cada año los consumidores se ven abocados a renovar las licencias de sus ordenadores, tabletas, móviles, o bien comprar el nuevo modelo que supone un cambio total del anterior producto.

Ghana es uno de los países más azotados por la compra de usar y tirar. Con un nivel de pobreza de un 28,7%, este país se ha convertido en el vertedero del mundo donde toneladas de basura llegan a su territorio como “productos de segunda mano”.
Toca esperar
Los plazos de garantía, la reducción del coste de reparación, la obligación de incorporar en el producto piezas de recambio y la unificación de los productos tecnológicos (como es el caso de los cargadores, que deben ser estándar para todo tipo de móviles) ya son parte de las medidas que la Unión Europea ha establecido en los últimos años. Está por verse si el paso francés en la abolición de la obsolescencia programada ganará terreno en Europa.
Mientras tanto, el Movimiento SOP(Sin Obsolescencia Programada) en España ha informado a esta página que se pondrá en contacto con miembros de Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción y organizaciones como AERESS, CCOO y UGT para apoyar la causa francesa.
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